¡Reinventarse, reinventarse, reinventarse..! ¡Últimamente tengo la sensación de que de tanto deconstruirme, ya ni me conozco!
Cuando hace once años terminé mis estudios de fotografía y empecé a trabajar, pensé: “Bueno, ya está hecho. Tengo una profesión y he conseguido mi meta: ser fotoperiodista. Soy feliz.”
Luego llegó la crisis (primero la del papel y luego la otra más gorda: la económica) y, como las empresas ya no invertían en publicidad en prensa, llegaron los recortes y la reconversión 2.0. La de los redactores en redactores gráficos (teléfono móvil en mano) y, en consecuencia, la de los fotoperiodistas en una especie de excepción o lujo: ya solo éramos reclamados para cubrir reportajes de especial relevancia. Y más recortes y más recortes, y más crisis y más crisis… Hasta que un día me encontré con que en mi ciudad ya no quedaban medios en los que poder trabajar. Porque ser fotógrafa ya no era suficiente: ahora me tocaba ser fotógrafa, community manager, comercial, dominatrix de las redes sociales, experta en SEO, SEM, ying y yang… ¡Por no hablar de mantener limpia mi casa y alimentarme!
Ahora, después de haberme reconvertido de fótografa a fotoperiodista, de volver a empezar, de haber pasado por algún que otro empleo detestable para poder subsistir, de rehacer mi página web para que el mundo sepa que no solo de prensa se alimenta mi ojo, me encuentro con que también he de aprender a contar historias no solo con mi mirada, sino también… ¡con mis palabras!
Y aquí me veo, sentada al ordenador después de haber actualizado mi fanpage de Facebook, subido mi foto del día a Instagram, dado un repaso a las novedades de Linkedin y retuiteado algún que otro tema interesante para no perder comba… escribiendo mi primera entrada como BLOGUERA. ¡Ahora también soy eso!
No sé si resultará interesante, pero al menos está siendo terapéutico.
En cualquier caso ya está hecho.
Me voy a preparar una tila, aunque no dejo de pensar: ¡¡¡Pero si yo lo único que quería era hacer fotos!!!