“Yo ya era así antes de que tú llegaras, caminaba por las mismas calles y comía las mismas cosas. Incluso antes de que llegaras yo ya vivía enamorado de ti y a veces, no pocas, te extrañaba como si supiera que me hacías falta.”
Soy gallega, viguesa de Bouzas. Aunque he pasado algunos años “exiliada” voluntariamente en diferentes lugares, he vivido casi siempre aquí, en Vigo. Por eso nunca dejo de sorprenderme al descubrir ciertos detalles en algunos rincones de la ciudad que ya había recorrido cientos de veces. Y no me refiero a aceras nuevas o rotondas led, no.
Suele pasarme cuando un día reparo en que ese vecino cabizbajo y aparentemente un poco gris, ese que me encuentro todos los días en la cola de la panadería, tiene un perfil increíblemente fotogénico. O simplemente cuando miro hacia arriba y descubro los espectaculares adornos labrados en alguna cornisa, o la bóveda de un edificio del 1900 que de pronto me sonríe y me dice:
Por eso, aunque cada vez que leo esta frase de mi admirado Cortázar siempre pienso “¿A quién se la habrá dedicado?”, últimamente me pregunto también: “¿A qué?”
Supongo que el primer sentido que casi todos le damos (al menos así lo hice yo) es el de una declaración hacia una persona amada. Pero con el tiempo he encontrado en esta y en otras muchas de sus frases una expresión de amor mucho más incondicional para mí: el AMOR a la FOTOGRAFÍA.
Sí, yo también suelo caminar por las mismas calles. Y comer los mismos platos. Y ver a la misma gente. Pero siempre me ha gustado buscar el lado hermoso distinto de las cosas y de las personas. Y quizá esto explica mi pasión por la fotografía. Me cautivó desde muy pequeña, pero no fue hasta que la dejé entrar de verdad en mi vida, dedicándole horas, esfuerzo y abriéndole mi corazón, que comprendí lo mucho que me hacía falta.
Porque fotografiar no es tanto “robar” el alma de lo fotografiado como dejarse un pedacito de la tuya en cada imagen.